miércoles, 11 de junio de 2008

El Muerto

Sábado en la mañana, un hombre que despierta con el sol, pero que en realidad hubiera preferido despertar en la oscuridad, en la oscuridad de pensamiento, en la oscuridad de la inexistencia.
Un hombre que no soporta ni su propio aliento. Aliento fétido de vino descompuesto que entre los capullos de las polillas y las colillas de los cigarros, se fermenta.
Hombre que posee una autoestima inferior a la que tendría un mísero molusco. Sólo quejándose y quejándose y no hace nada, absolutamente nada diferente de criar bichos que luego le sacaran los ojos. Que luego le dejaran en la orilla del camino, totalmente solitario, totalmente vacío y sin esperanzas. Una vida bohemia carente de sentido, a no ser que su sentido sea el no-sentido. Una vida de caminar por zonas donde la luz no llega, donde la luz teme entrar por miedo a ser aniquilada. Vida de carreras que comenzó por una desilusión en su mundo, en su mundo que ya marchito imploraba ayuda. Vida falacia que comenzó con una idea romántica y que ahora lo carcome. Lo carcome al punto de dolor, de no importarle nada y de salir en busca de su panacea. Panacea que no es más que una polilla, una simple polilla, que se alimenta de sus células nerviosas. De principio le subestimó, más a medida que la arena cayó, fue tomando forma. Forma de rapaz ave que negra hedía a muerte, a taladro destrozando sus sesos y a Eva comiendo de la manzana y por tanto, jodiéndolo.
Ser con mucho talento arrojado de una sola vez a la letrina, a la letrina que jamás devuelve pero él cree que en un mañana lo hará. El arte y la polilla, la polilla y el arte, un matrimonio que cree perfecto, en que uno no puede estar sin el otro y que en realidad viven felices los cuatro. Del cine a la fotografía, de la fotografía a la poesía, de la poesía a la pintura, de la pintura a la literatura y al fin y al cabo es sólo al teatro. Al teatro del absurdo que ni él mismo creería, que si pudiera entrar de espectador y verse a si mismo, se aterraría de lo mal que actúa.
Un hombre que siente lastima de si mismo, que se siente el ser más importante de todo el cosmos. Que no puede ver más allá de sus narices por su maldito egoísmo.
Un hombre que le teme a todo, a una hormiga, a un te quiero y a un balazo en la cabeza, y por esto se abstrae. Haciendo que las polillas crezcan y se procreen cada vez más, tomando nuevas formas, pero aun así con el mismo fin, comer y comer sus neuronas.
Un hombre que dice ser pero que no es y nunca lo será. Un hombre que intenta huirle a su propia sombra, que corre y corre pero qué...si la Luna es más grande.
Un hombre que ha perdido brillo en los ojos y no es consciente de ello. Y un hombre que ha perdido intensidad en el brillo de sus grandes ojos, está muerto.

V. Mad
©

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