A Sofía,
mi sueño y dulce sueño del cual no creía poder despertar.
Safari
Cap. I
Que cabello tenía, era un color bastante extraño, era negro rojizo verde café. Sí, extraño color dirán, pero combinaba perfectamente con su nombre.
Creo que me he adelantado un poco. Es mejor comenzar desde un principio. No es que dude de su capacidad, ni mucho menos, pero... evitémonos líos, volvamos a esa mañana.
Una ducha fría, muy fría, pero aun así el calor me era insoportable. Una taza de café bien caliente para sudar los nervios y subir el animo. La bici descansando bajo la cama y mientras tanto a mí me tocaba salir y caminar hacia la escuela, sin saber lo que en realidad me esperaba.
Siete y cincuenta y siete minutos marca mi reloj, el sol esta cada vez más intenso, veo de nuevo la hora, y los minutos no pasan. Son pasos eternos que se disuelven en los sonidos de la vieja guardia. Por mi oído derecho suenan las cuerdas celestiales de Page, por mi oído izquierdo las cuerdas vocales de Plant y en mi caja torácica ese “Since I Being Loving You” que me desgarra, mientras el compás de mi caminar se va acelerando con el bombo que con mis pulsaciones internamente juega. El asfalto de la calle había llegado a su fin o a su comienzo, no lo sabia.
¡Absolutamente nada! –Me decía- Desde las vacaciones esperando por este grandioso día y ahora que había llegado todo se veía igual que antes. Debía ser por mi ansiedad pues en mis sueños y maravillosos sueños de días antes del viaje, me veía rodeado por esas preciosas chicas nuevas del primer año y entre esas, claro, debería estar la mía. Varias noches si que me desvelaron y como no, si iban a ser mi única inspiración para llegar temprano a las clases, a pesar del sueño, la ducha fría y el estresante pedaleo hasta la escuela.
Lo desconocido es excitante, siempre lo he dicho, pero más aun cuando de viejas se trata. Son como la gasolina extra con mayor octanaje que hacen que el motor se dispare. ¡Y sí que se disparo!
Yo iba como a ciento cincuenta millas por hora, pero que va, nada de nada. Que el volante hacia el norte, y nada. Que el volante hacia el sur, y esperen… nada. Que el volante hacia el oriente, ¡ah, nada! Que al occidente y como dicen los cubanos, ¡cosa ma’ grande caballero! Que piernas, que cabello, que cintura y unos ojos como para...
-¡Oye, es acá! ¡Pequeña es la escuela y todo lo que quieras, pero sustanciosa! ¡Regresa, regresa que el destino te tiene preparada una sorpresa... yo!
Esa nena se fue, pasó de largo, no dio vuelta atrás y me dejo pensando si era ella. Pero no, no podía ser. En realidad estaba como grande para mí. Quedaría yo de llavero, colgándole al lado, y eso si que no, ¡ni más faltaba pues! Como relación de enano, que salimos y la gente mire que mire. Risitas por allí y por acá. Punto de referencia en cualquier parte de la ciudad: sí, mire, allá donde está la rubiecita con el enano.
Que pa’ darle un beso, que problema tan horrible, si hay una banquita hasta sí, ¿pero y si no? Y con todas las banquitas que hay aquí en
Yo que me siento y tales, y…
Agüeros
Cap. I!
Imagino no les ha quedado claro a quien buscaba, por supuesto, si no les he contado y adivinos... lo dudo. Por eso no me queda más remedio que volver a la segunda semana de Septiembre, día 7 u 8, aún no lo tengo bien claro, a casa del Oráculo.
-...Allá a orillas del mar te le vas a declarar a una chica. Como te digo, el cabello no es rubio, pero si tuvo que ser claro de pequeñita.
-¿Acaso la conozco?- Pregunto yo muy extrañado.
Era tanta mi alegría, que quería saber enseguida de quién se trataba, pero el oráculo sabiamente me la fue describiendo, lo cual fue aun más insólito para mis oídos pues no la conocía.
-Déjame ver… es un poquitico más alta que tu, delgada y a pesar de estar en clima cálido le gusta la ropa muy larga, pero ligera.
Eso lo recuerdo a la perfección, y como no, si lo grabe en una cinta magnetofónica. ¡Mierda que intriga tenía!
Y bla, bla, bla…
-Vivirá pendiente de ti y sí... tú ni te darás por enterado, pero tranquilo pues definitivamente entrará a tu vida y no me cabe duda de lo bello que será ese amor.
Y me dijo que iba a saber del accidente de una persona muy allegada a mí, una mujer con una fractura. ¡Coño! Yo que llego a la isla y ¡surprise!
De cabello claro, delgada, ¡ah, qué linda! Tan sólo ella y yo rodeados por las aguas cálidas del mar Caribe. Solitos en ésta isla, en ésta isla de la fantasía. Pero nada de cóctel de bienvenida, y de estúpidos collares de flores Hawaianas, y de Tatu, el avión, el avión.
Que me voy a enamorar terriblemente, ¡qué va! ¿Yo enamorado? No, por favor... ¿Yo? Risa es lo que me da, si soy inmune y además ni siquiera la conozco, pero de sólo pensar en su belleza, escalofríos me produce.
Y luego, como pa’ enloquecerme más, me habló sobre una chica que no estaba allí, es decir en Colombia, que pensaba mucho en mí y que nunca me había dicho todo lo que me quería. Que aparentemente éramos buenos amigos, pero ella en realidad tenía sentimientos diferentes a los de la amistad, es decir, ¡ me quiere comer, pa’ ser más exactos!
Que estaba en Cuba y que era mayor que yo, dos o tres años. No pues, un año antes sólo había salido con una golfa, y ahora dizque el más buscado. ¡Jeje, tocaba verlo! De cuando acá los manes legales estábamos tan solicitados. Si les gustaba el que las colocara a marchar en forma, que les pusiera los cachos y que aparte de todo las hiciera trapear la mierda con la cara. Eso, decían los expertos, les daba seguridad, ¡pero, vaya, que clase de seguridad!
No puedo negarlo, eso de mi amiguita tímida me quedó sonando. Y yo en el desespero seguí preguntando hasta averiguar que era trigueñita y que hacía cinco semanas no tenía noticias de ella. ¡Qué tal! ¿El hombre del mes o qué? ¿Brad Pitt en la película Leyendas de pasión? - como dijo alguna vez mi primita Susi).
Si antes no tenía, ahora me sobraban. Ahora si entendía ese dicho popular: “Dios le da pan al que no tiene dientes”, y con ésas cuatro cordales que me habían sacado ese verano, estaba mueco y aun adolorido. Me tocará ir al odontólogo, a ver si me da un poco de anestesia. Bien, no importa, no me puedo quejar.
-Tiene la letra “s” en el nombre... Sara, Susana, Sofia… o es de apellido americano- Eso me lo dijo el oráculo ¡qué conste, eh!
Shopping
Cap. III
Seguía sentado en la escuela esperando y esperando. Mi primer día de clases y no llegaba el profesor, que hambre, sin comida y las chicas por ningún lado se dejaban ver. Rodeado de antenas por todas partes, ¡qué pereza! Si el Cine no es sólo para hombres, deberían de abrir algunas vacantes para mujeres y así sí a uno el talento se le eleva. Y pues con severa inspiración, nadie podría con nosotros, además a nuestro cine Latinoamericano le hace falta la sensibilidad femenina.
15 minutos después yo me distraigo un momento y llegan varias, así de rápido, pero nada que la reconozco. Igual que cuando voy a comprar zapatos, que paso de largo, me detengo, me devuelvo, miro aquí y allí. Que si el color es bacano, que si la forma también, pero con tanta cantidad de zapatos que hay allí exhibidos, pues como difícil. Todos se ven iguales, ninguno resalta. ¡Ah por eso es que detesto comprar zapatos, es una cosa jodida! Y además que veo los míos, y me da como pesar dejarlos, tan míos, tan viejos, tantas historias que han pasado por sus suelas, tantas mierdas aplastadas por el devenir del destino y por culpa de una diarrea que llego sin avisar. Tanto liquido amarillo verde rojizo que desahogaron mis penas y las de otros y otras, que los cubrieron.
Sigo recorriendo la tienda. Feos. Color horrible. No combinan y los cordones son muy cortos. Muy lobos. Muy extravagantes. Muy gomelos. Muy desechables. Entonces la creatividad, la buena imaginación, me llevan a dejar todo a un lado y a centrarme en un sólo par. ¡Qué belleza! Los llevo, esos son los míos. Cómo no pude darme cuenta antes de su presencia: cabellito largo, muy largo y ondulado, cejas delgadas, tez blanca y sonrisita de Luna.
Michel, un amigo del tercer año, estaba encima de ella, con esos ojos de uy mamasita, si me da un ladito me le’ncaramo. Haciéndole la charla y que tal. Yo deleitado, mas bien derretido como chocolate en lonchera de niño, que luego de un día muy agitado volando y siendo zarandeado y arrastrado por todo el patio, se derrama sobre la silla.
Él como que se dio cuenta, y quien no, si a leguas se me notaba. Como será que tiempo después, Lola su novia, me lo preguntó. Que si me gustaba Sofía, y yo que... es que se me nota?
Y vaya que se sonrió. Risita de: oiga por lo menos disimule, límpiese la babitas y no’sia boleta. Pero lo más terrible es que esto que les cuento, había pasado una semana después de haber iniciado las clases, después de haberla visto todos los días y hasta de haber estado con ella como cuatro horas, en una clase, claro.
Si eso fue ya conociéndola, entonces no me imagino como debió ser el primer día, ¡qué vergüenza!
Volvamos allí, a ese momento de la mañana del ‘14.
El tiempo se detuvo a mi alrededor. Ni los autos, ni la gente que por allí pasaba se atrevieron a interrumpir mi pensamiento. Sí, ese insignificante pensamiento de que el volumen de una esfera es igual a cuatro tercios de Pi por erre al cubo, y por lo tanto la inversa son tres cuartos, que relativamente es proporcional a que tres cuartas partes de la tierra sean agua, y siendo la fuerza igual a la masa por la aceleración y si la rotación es constante; la tierra es totalmente ovalada. Dejándome como conclusión que, mierda es ella, ella y tan sólo ella.
Michel en ese instante se apiadó de mí, al igual que yo con Micaela (mi mascota), que se sentaba al lado de la mesa, con la naricita en tierra, la lengüita babosa y mal oliente salida, y me miraba con ojos de: ole no’sia tacaño, bótese un pedacito, ¿sí? Y no me quedaba otra que darle. Así debió estar Michel esa mañana de Septiembre, en la que no le quedó más remedio que presentármela.
-¡Hola mi nombre es Sofía!
-¡Ah, ah... ¡Hola!...
Al igual que Micaela, por el afán del hueso lanzado, me atragante.
Trapero
Cap. IV
Dos días pasaron luego de aquel insólito lunes en que la conocí, pero aun habiendo pasado tan poco tiempo, no podía alejar su imagen de mi mente. Dos noches en las que mis pensamientos sólo siguieron su corto nombre de cinco letras, cinco letras mágicas que sin duda habían causado una adicción inmediata a mi vulnerable corazón, y como no, si estaba casi seguro de que se trataba de la misma chica que me habían predicho los astros.
Que experiencia tan extraña e in entendible, rompía totalmente con mi raciocinio de tres dimensiones. Es que eso de saber el futuro era realmente jodido y además que la veía tan linda e inalcanzable, que no creía que me pudiera prestar la menor atención. Todos los tipos de la escuela botando la baba por ella y ella que ni el pañuelo les daba, y yo pues, ni que fuera privilegiado.
Era otro día de clase en el que no iba a entender más que la nena esa estaba muy buena. Aunque aquella clase de Estética estuvo tan interesante que me la sacó por unos pocos minutos, y como no, si el Profe’ Tajonera, era un duro. Y más tarde ni que hablar de Organización para
Sonó el timbre para cambio de clase y ahí si que se me alborotaron las neuronas. Seguía la más odiada por todos, Estudios Cubanos y –el qué pereza tan horrible- retumbó por todo el segundo piso. Piso en donde estaba mi aula y la del tercer año.
Al bajar las escaleras, yo tenía una sonrisita de esas de satisfacción pendeja que pone uno después de aparearse. Y no crean que era por esa clase que me sentía satisfecho, claro que no, esa manera de ver la historia nunca me gusto. ¿Que ganaba un estudiante con copiar en el disco duro todas esas fechas y nombres raros sin antes haber procesado la información?
Ernesto “el Che” Guevara, fue un revolucionario que ayudo a Fidel Castro y a los exiliados cubanos del movimiento 26 de julio, a luchar contra la dictadura de Batista.
Los directivos de la materia nos daban la excusa de: pa’ ser cultos, pero que cultos íbamos a ser con repetir esos datos como un loro, si en realidad la gran mayoría no se daban cuenta que el personaje llevaba por dentro a un hombre común, con virtudes y defectos como cualquiera, que entre tanta espera en el monte también le gustaba tirarse una que otra guajirita y que si no la encontraba, pues un pajazo a la sombra de un palo de mangos no le sentaba nada mal. Que tenía temores, porque sólo los que temen son valientes y si se hubiera imaginado que sus ideales nobles fueron luego convertidos en publicidad de carteles, vitrinas turísticas, camisetas y encendedores, sin duda alguna se sentiría avergonzado.
Seguía bajando las escaleras hacía la aburridora clase, pero no me importaba pues era con las primíparas, hasta podía estar horas enteras oyendo hablar sobre todos los precedentes a la conquista. Que la toma de Constantinopla por los Turcos, que el invento de la brújula, que
A mí si que no me importaba mamarme esa clase, pues Sofía estaba allí, en el grupo de los de primero. Y ese día si que lo estaba, estaba divina delante de mí en la primera fila rebosando de alegría. De esa alegría inmensa y pura que mucho después supe, fue lo que me desquició.
Algo extraño me pasaba en la clase, no sabía como dejar de mirarla. Quería poner atención, pero por más que forzaba mis ojitos, se desviaban.
Iban con las riendas sueltas, totalmente desbocados buscando los suyos y sus movimientos. Quería saber lo que estaba viendo, escuchando y pensando. Quería saberlo todo, todo de ella. Era un ser tan extraño para mí, que me causaba curiosidad. ¿Pero porqué el destino querría que estuviéramos juntos, sería acaso sólo una motivación para que yo continuara?
No lo sabía, dudas y simplemente miles de dudas eran lo que me causaba. Con certeza no sabía el porque de mi obsesiva atracción, si su alma aún no conocía. Únicamente lo que me importaba era que me gustaba. Eso, que me gustaba.
Pasaron unos cuantos minutos y la clase se fue tornando más y más densa. Las burlas no se hacían esperar, uno que otro grito de violaron a nuestras mujeres, y nuestra cultura, y fuera españoles de la pinga…
Sofía ni se inmutaba, parecía no interesarle mucho, pero claro, como no entendía muy bien el español y además grababa las clases con esa grabadora de reportero, pues que le iba a importar. En cambio en ese momento a ése que hubiera dado todo lo que fuera por que la madre tierra se lo tragara, sí que le importó. Tal sería que se dejó desvanecer sobre su silla. Pobre tío, que culpa tenia él de haber nacido en España, sentí lastima. Es que no hay derecho, no todo el mundo tiene que cargar con el peso de los disparates de sus antepasados. Algunos sí por ignorantes y descarados como en el caso de su eminencia y el tal Bill.
El viejito en nombre de todo su grupo pidiendo disculpas por la inquisición. ¡No podía ser, eso era totalmente inaudito! Después de haber sacrificado, torturado, quemado, y no sé que más porquerías, a cientos de miles de personas, uno no puede salir con eso. Y el otro, el don Juan, todo lindo en el jardín de su casita pintada de blanco pidiendo disculpas por haber experimentado alguno de sus juguetitos genéticos con un pueblo africano. Que so sorry por no haber consultado primero a sus ratitas de laboratorio.
Eso si que rebosaba la copa. ¡Qué descaro! Era absolutamente un hecho macabro, desquiciado y amoral. Como si se tratara del trapero de la vecina...
-No, pues vera usted vecina, es que como le dijera, lo que pasa es que arrojé su inmundo y maloliente trapero al fuego.
-¡¿Ah, trapero?! ¡Si era uno de los óleo de mi hijo Miro!
Guau, Guau, Guau
Cap. V
Transcurrieron otro par de semanas de clases en la escuela y la curiosidad que sentía hacia Sofía, fue mutando en algo más serio. Esas sonrisas, esas miradas y ese cabellito no eran sólo pasajeros. Ahora eran pilotos del Boeing 727 con destino a su amor. Me moría por conocerla, me moría por ser su novio y ser su sol.
Sí, tu sol de cada mañana, tu príncipe azul en un cuento de hadas, tu refugio en una noche de tormenta. Dos, tres y cuatro gotitas de miel endulzando nuestras vidas.
De mini estaba esa mañana, así ella se vestía si se le daba la gana (como decían en la canción los Molotov) y yo con que ganas de saludarla, pero ella nada que me veía. No me atrevía a llamarla, así que me quede un buen rato al frente a ver si por lo menos cuando volteara me distinguía. Pero no volteó, así que me tocó irme pa’ no boletearme de a mucho. Lo cierto es que ya no me importaba pues todo el mundo sabía que me gustaba. Claro, ella no y tampoco quería que se enterara.
Como sería que al rato en el intermedio de las clases, yo estaba todo entretenido hablando con Laura y ella pasó. Las luces se me fueron de una, y vaya que estaba concentrado pues Laura me estaba dando su punto de vista sobre el cuento que había escrito ese verano. Me estaba diciendo que le gustaba lo que yo pensaba sobre cierta especie y que en la parte de…
-Guau, guau, guau…
Sofía bajó las escaleras y, mis ojos, mis tristes ojos de perro hambriento, se le fueron encima.
-¡Allá, allá, sarnoso…! ¡No, no, qué no te digo…!
Claro, con su acento marciano.
-Ahu, ahu, ahu…
Y ese puntapié me dejó dolido. Muy dolido y sin fuerzas para arrancarle tan sólo un pedacito, que era lo que en realidad me interesaba. Un pedacito de piernita, de boquita, de…, en fin pa’ que entrar en detalles.
¿Superficial yo? Qué tal, si se trataba de dos o tres colmillos de profundidad, y a mí en eso si nadie me gana, porque las heridas que he hecho, las dejo hondas. Si no me creen pregúntele a Angelita, mi ex novia que por andar de alzada, de un mordisco me le baje todo el corazón. Luego andaba con otro, pero ése como que era carroñero, pues no le importaba que su alimento estuviera muerto y no tuviera corazón.
Pasaron las horas y llego la noche, esa noche vacía en que no sabía dónde estaba, pero de lo que sí estaba casi seguro, era que no me hacía falta. ¡No, claro que no, para nada! Que si se estaba divirtiendo con otro, que si se había ido solita pa’l cine, que si el amigo ése le botaba los perros, ¡no me importaba!
Y ése si que no la dejaba ni respirar, a cada rato la estaba buscando, que ven para acá, que miraditas de censura. Pero ella, ella no le daba ni la hora. Bueno eso aseguraba yo. Pero aquel viernes de tortura le dio algo más que las 7:30 P.M. Que se le sienta encima el individuo, como niña con su abuelito, ¡pero mierda! Que la manito caminando como tarántula, y lo que le va es cogiendo las piernas así de descaro. No, cual abuelito, ¡ese lo que’s es un descarado! Ella ni se inmuto, y yo con mis ojos de: ¡quítale la mano, atrevido!
¿Celoso yo? No por favor, no me hagan reír, sólo fue un simple ataquito.
-Sofía, Sofía, Sofía, tu caminar hace de mí, una dulce y redonda pelota.- No lo digo yo, lo dicen ellos, mis compañeros. Pero a mí, en realidad, no me importaría mucho recibir tus golpes, siempre y cuando hicieras conmigo una parada de pechito, una chilenita y ¡Gol! No sólo uno, sino por lo menos cinco en contra de la soledad.
Que noche esta de ciclón; sin luz, sin música y sin vos…
Recuerdo Champiñodelico
Cap. II
Trypi, trypi Canasi, quiero hongos para mí, y si no me das...
Yo que me limpio los ojos para ver si se trataba de una alucinación, pero no. El efecto no podía ser tan rápido, si sólo hacia un par de minutos que me los había comido. ¡Sí, imposible!
Bueno... yo ya iba con traguitos en la cabeza, no lo niego, pero, el alcohol no produce alucinaciones.
Parpadeo y la belleza virgen de Canasi ante mí. Miro de nuevo, y quedo totalmente extasiado, deslumbrado, totalmente aturdido, desconectado del mundo real. Inmerso en esas abismales aguas, que reflejaban el oleaje del mar, los árboles, y una revolcada bien áspera. Aguas verdes tan cristalinas y puras que me dejaban observar el fondo. Sí, ese transparente fondo con arenita perfecta y pececitos de colores. Ese claro fondo tenebrosamente perfecto, sin erizos ni tiburones. Ese fondo infinitamente grande que era su corazón.
S nombre era un alivio, o bueno, así fue que quise interpretarlo, pues se llamaba realmente Olivia. Pero ordenándolo seguía siendo para mí, mi alivio. Mi alivio de cuando Popeye comía sus espinacas, cascaba al Blutus y salvaba a su raquítica amada. Claro que no se parecía en nada con mi Olivia, que por cierto sí tenía de donde agarrar a pesar de sus diecisiete añitos, ¡y muy bien llevados pa’ que lo sepan!
Esos verdes, verdes ojos, me hechizaron y enloquecieron, a tal punto, que me desconcentraron y me hicieron caer desde aquella altura.
Yo caía, caía y caía. Libremente caía y de repente entré en el agua que se mezclaba con las luces estroboscopicas, con Prodigy, y con una multitud de Tecno-dancers, entre los cuales resaltaba esa chica. No propiamente por su habilidad para bailar, pues estaba sólo allí, sentada en esa silla roja de terciopelo, enfrente de mí. Era preciosa, con carita de yo no fui, pero siempre con la piedra escondida entre sus piernas, esperando a que pasara el peligro para luego volverla a arrojar contra cualquier ventana, de cualquier casa. Ella me recuerda a Olivia, no sé porque si sus ojos no eran claros, pero ahora que lo pienso bien, pudo ser mas bien su ternura.
Mis ansias y dudas no se hacían esperar, en cualquier momento, en cualquier lugar, llegaban y me bloqueaban por completo. En cada linda cara, en cada nueva conocida, en cualquiera que por la calle pasaba, cualquiera, cualquiera podía ser, incluso Olivia, la de los verdes ojos. No podía forzar mi ventura pero aún así me era incontrolable.
La chica continuaba sentada allí, en aquella silla roja de terciopelo, yo la miraba como negociándole al destino, como diciéndole que estaba solita, como aburrida mas bien, además que era de cabello claro y que no sabía donde, pero que la “s” se la acomodábamos donde fuera. ¡Sí, es ella! ¡Claro, que inteligente, nos colocaste en la misma Disco, yo solito y ella solita con esa carita de ternura!
-¡Hola preciosa! ¿Estas aburrida?
-
-¡Ah, veo, algo tímida! ¿Prefieres bailar?
No pues sólo eso me faltaba, ¡sorda la niña! Pero hasta no, ya que me hizo algunas caritas. Sí, entendió. Eso creo, lo malo fue que yo no. Me marché por temor a que me arrojara la piedra y quedara grogis como en la caída de Canasi, que por andar de hiena, detrás de la pollita de diecisiete, severo golpe que me di.
-¡Una menos! - Eso le dije al destino. Y a Canasi. -¡Me vale un culo, no los necesito!
Tinta Color
Cap. VI
Se preguntaran porque hago esto, a escribir me refiero y no hay otra respuesta mas que a mi abuela, quien esta en este momento lejos pero incluso así sigue siendo la culpable.
Fue un día cualquiera, de esos en que no pasa nada, ni sirenas, ni descubrimos a los extraterrestres. Un día absolutamente normal, que fue abruptamente cambiado por un: mijo debería escribir, y bien que lo hace. ¿Pero yo me pregunto, que abuela no ve lindo lo que su nietecito escribe?
Ninguna, y en realidad no tengo ni la mas minima idea de escribir, pero es sólo para darle gusto a sus caprichos, porque en los míos, ella si que me complace. Que cuando quiero eso que tanto me gusta, ella me lo da. Sí, ese arrocito con leche, de receta mágica. Ese arrocito con leche; blanco, amarillo y negro (el de las uvas pasas).
Se parecía a uno de mis maestros, que siempre me daba ánimos con el piano. Y en realidad no es que ensayara mucho, por no decir que nada. Pero no me quedaba tiempo. Que la escuela, que el gimnasio, que el cine, que mierda, se me quemó la comida. ¡Es que eso de ser amo de casa no era nada fácil! Por eso estaba buscando a una nena o que creían pues, ¿qué era sólo pa’ quererla toda la vida? ¡Pues ni que fuera un cuento de hadas! Además las hadas hacía mucho tiempo que habían pasado de moda. En fin, no sabía escribir, ni tocar piano y mucho menos cocinar. Nadie me lo decía pero no hacía falta, era lógico, si soy el único nieto vivo de mi abuela, y a mi profesor de piano le estaba pagando y ¡bussines son bussines! Negocios no se mezcla con sentimientos, ¡tan descara’o ese negocios! ¿No?
Lo que sufría era de arritmia, y crónica. Me lo dijo el Doctor que sí era honesto conmigo, y hasta que era terminal. Nada que hacer solo fé.
Planta
Cap. VII
Aún no pasaba nada. Ni salidas, ni llamadas, ni vos me gustas, ni me tenes loquito. ¿O será acaso un capricho? En esto nunca se sabe. Sí, al amor me refiero, porque uno lucha, piensa, se desvela, y al final cuando lo tiene uno todo preparado...*
Te imaginas todo lo que vas a hacer con tu plantita, que la vas a regar todos los días, que le vas a limpiar las hojitas, que la vas a podar. Sueños, sueños, tan sólo sueños.
Luego de tener ya la tierra preparada, siembras la semilla y esperas, esperas y esperas. Esperas dos, cinco, nueve días, un mes. Y por fin, nace.
-¡Qué emoción, qué dicha! Y...
Mierda que desilusion, me dieron la que no era. Esa no era la plantita que yo esperaba. Ni el color, ni el olor, nada. Nada se asemeja.
*... se arranca.
Draculita “el novato”
Cap. VIII
Mañanas más tarde amanecí queriendo ver sus ojos y su mirada de niña despistada que nada entendía, o que entendía demasiado y se hacía la que no.
Cuatro semanas habían pasado ya desde aquel día en que nos habíamos conocido, y yo no progresaba en lo más mínimo. Lo único que hacía, siempre que podía, era analizarla minuciosamente pero aun así seguía con mis dudas. Con mis dudas de si en realidad era la misma que me habían predicho los astros. Lo que verdaderamente tenía claro era que cada día me gustaba más, pero incluso así, no me atrevía a decirle nada.
Ella en lo que pude ver, era una de esas a las cuales les gustaba ser el centro de atención entre los hombres. Que todos la miraran y alabaran. En conclusión que todos comieran de su mano y a la hora de la verdad sólo se quedaba con el que le gustaba y a los otros pues nada, los desechaba. Eso era lo que la diferenciaba de la gran mayoría. Claro, no faltaba el convencido que se creía todos esos juegos y cuando iba a atacar, se estrellaba como un huevo en una sartén. Y yo si prefería antes de saltar a la sartén por lo menos tener dominado el control de la temperatura, y si me estrellaba, que por lo menos no me fuera a quedar pegado.
En eso de la manipulación, Sofía era genial, y me gustaba, pues no se dejaba joder por cualquier imbécil, (sólo por uno pero es un caso aislado que no vale la pena ser tratado) que por lo general en las mujeres es el primero que se les acerca con incoherencias enmascaradas en belleza y enseguida se enamoran.
Ese día no la pude ver en clase, pero al rato en que salí de la escuela y fui a almorzar ahí cerca donde
Al poco rato mientras hablábamos Michel y yo, apareció tan buen manjar, propio para subir ese ánimo de sabandija triste que yo tenía, se acercó. Parecía no entender nada y cuando con esos ojitos de: intégrenme, nos miró a Michel y a mí, se me ocurrió algo. ¿Oportunismo instantáneo? ¡Pues sí!
Instrucciones: Mezcle 2 ó 3 cucharaditas en el momento preciso, azúcar al gusto para disfrutar más de la dulzura del instante. Tómese bien frío.
-Ese era el número de Michel, ¿me regalarías el tuyo?
No sé si fue que no entendió, o si no se lo esperaba y la había cogido por sorpresa, pues su rostro, su lindo rostro, quedó como después de un: té queda un año de vida. Tal sería su expresión que quedó grabada segundos eternos en mi memoria, como una fotografía que de repente se desvaneció. Se desvaneció cuando se agachó tratando de buscar algo en su maleta y no lo encontró. Eso fue porque no quiso y por hacerse la rogada, pero la verdad era otra: no entendió mi idioma. Fracasé y reí a pesar de haberme quedado con las ganas de probar tan sólo una gota de su sangre azucarada y escarlata, que pudo haber embriagado a mi débil corazón.
Asalto
Cap. IX
Días después me enteré del asalto. Sobre la calle treintiuno caminaba, y dos malosos, de’sos de dos metros se le acercaron y suerte bolso. Dentro estaban: pasaporte, carnet de identidad, una que otra foto irrecuperable de papi y mami, y otra de esas de estudio que cuando uno las mira queda traumatizado dos y tres días, dinero, y lo más importante la confianza.
Algo preocupada la vi por aquellos días, como desilusionada mas bien. Pobrecita, y yo sin poderle decir nada, sin poderla ayudar en su tristeza. No sé que será más jodido que eso. Saber que una amiga está metida en líos, que necesita ayuda, apoyo, comprensión, y no poderle dar una manito y de pronto hasta las dos. No poderle decir, que se está cagando la vida, que la está desperdiciando, que la está botando a la basura y sin ni siquiera haberla sacado del empaque. Que sólo hay una y que no dura mucho. Que los años perdidos no vuelven, ¡y qué!... sí, el orgullo lo sabe todo.
Si tan sólo hubiera podido estar allí, la hubiera defendido como a nada en el Mundo, como a mis sentimientos, que aunque caprichosos, yo siempre los trato de ayudar, aunque sin fortuna.
Es que no lo concibo, y más a ella, tan inocente, tan tierna, tan linda. Con su sonricita de Luna, su cabello negro rojizo verde café, y sus crespitos. Sí, esos crespitos que cuando la miraba me distraían y no me dejaban... ¿Ah, ah, cómo dijo profe’?
Si tan sólo hubiera estado allí...
Los negrones que vienen, los pájaros que se despluman anunciando el peligro, el sol que intenso mira, y ¡cabrones, sacadineros de la pinga! ¡Uh... aaaghhh...! ¡Khapuf, khapuf! Tomen pa’ que lleven hijos de su madre..
Ese placer de tener mi pie sobre sus rostros, de sentir el ¡Crak!, del tabique que se deshace, ese placer de los glóbulos rojos y blancos que fluyen adornando el pavimento con fragmentos de diente, y de la multitud sedienta de sangre gritando ¡dale, dale! Ese placer de verlos revolcarse por el gas lacrimógeno en sus ojos, me hubiera hecho sentir bien. Tan bien, que luego de haberles quitado la dignidad, se las hubiera escupido encima, pa’ que vieran lo que se sentía. ¡Jjjjtuff!
Martes 13 entre Júpiter y Saturno
Cap. X
Martes 13 del mes de Octubre, ¡no podía ser! Vaya, que día aquel para un descubrimiento, esperaba no fuera un mal augurio, pero era cierto, me hacías falta, mucha falta. Cuando no te veía, cuando llegaba y ya estabas en clase, cuando salía y ya te habías ido. Esperando, esperando siempre el nuevo día para sentirte cerca, para sentirte ahí, en el centro, como mi Sol. Yo Plutón girando en el noveno lugar, siempre de último, pero aun así recibiendo un poco de tu inmenso calor.
Vaya que quería conocerte más allá. Más allá de Júpiter y Saturno. ¿Y sabes dónde me di cuenta? Pues cuando íbamos en aquel tren. En aquel tren que con su movimiento de un lado pa’l otro, revolvió todos esos líquidos que aún me quedaban sin digerir. El amarillo-angelita, el verde-carolina, el vivioleta, el agua-marino-juanita, el Ximena-verde-pollito que siempre fue mi verdugo, el maría-piña-pirulito, y el fucsia-negro-café-pálido-difuso del resto que pasaron alguna vez como estrellas fugaces y que no se preocuparon en jodérme la vida. Quedó todo disperso. Sí ese revuelto, disperso por la vía Habana-Matanzas, y por la cara de un desconocido, que por andar de metido, salió todo untado, ¡guacala!
Mi estomago por fin libre del malestar, gracias a ti. A ti, mi Alka-Seltzer efervescente.
CONTRAINDICACIONES: Ulcera Péptica. No deben tomarse más de 8 tabletas en 24 horas. Niños: La mitad de la dosis de los adultos.
¡Esa era la mía! La mitad de la dosis, por si acaso.
Los anteriores días había estado tratando de convencer a Laura para que fuera conmigo al paseo.
¡Ring, ring, ringgg! Sonaba el teléfono.
-...No, no puedo ir, ¡qué lástima! Tengo algunos trabajos pendientes para esos días... Bla, bla, bla.
-Y vos claro... contento.
-¿Qué? ¡Cómo así Laura, si yo no estoy detrás de Sofía!- Le aseguraba.
-¡Ay si, hazte!
Colgué y solté la carcajada, pues si Sofía frenaba, lo más seguro es que me la llevara de largo y le destrozara toda la parte trasera. ¡Tremendísimo problema!
Y claro, ella como no iba a ir. En vestidito de baño me la detalle, le faltaba un bronceadito y por lo demás estaba perfecta. Era relinda, pero no de las que ¡uy mamasita! Sino de las que ¡ay que tierna! Era de las viejas casi perfectas en donde el cuerpo pasaba a un segundo plano, o sólo a ser el bello refugio de su alma. No como el estilo de Natalia, esa odiosa e insoportable chica que fue al paseo de colada y que durante el par de días siempre me dijo: -¿Y tú cómo es que te llamas?- ¡Qué fastidio! Era una de esas rolas que ni a la esquina, que tenía el ego tan grande que le hacía sombra y la tapaba. ¡Bailarina tenía que ser, y además ni tan buena estaba!
Fue una interesante salida, y la organice en un par días, que digo por allí, que invito por acá, que jeje, que jaja y al final que poco de gente que se apareció. Como 15 personas, pero en realidad la más importante, eras tu, y claro mis amigos más cercanos: Michel, Julieta y Tomas.
Falla que se regresó antes, pero que se le iba a hacer. Su ausencia quedó como un agujero negro en aquel cielito, en aquel cielito de mis desilusionados ojos, y quedó en la carpita que olía a nueva y volvió así.
Delirios
Cap. XI
Días oscuros me persiguieron luego de un par de meses de seguirla viendo en la escuela. Pero ya lo único que veía era su sombra que me desilusionaba. Me desilusionaba porque había estado con otro y con otro y con otro. No eran celos, bien, eso pensaba, pero me dolía, vaya que me dolía. Creía que no podía volver a verla igual, a pesar de seguir gustándome demasiado, y aunque las dudas me cuestionaban a cada momento y me hacían creer que todo era parte de mi fantasiosa imaginación, algo muy interno, muy profundo me decía que no era cierto.
Caminaba y caminaba, y las sombras se deformaban en pensamientos que por mi mente pasaban. Una rata que cruzaba, una jinetera de la que abusaban, un niño que disfrutaba de su primer y último cigarrito, una frenada mediocre que adornaba la noche de Luna con un macabro grito de perro aplastado por la mitad, mientras del otro lado huían sus cachorritos a cualquier lugar, de cualquier carnicería, para ser comida de perro, de perro antisocial o humano que era lo mismo.
Una piedra, dos piedras, tres piedras pateé, y como bumerang en forma de pensamientos volvieron aplastando mi cabeza. Ya estaba cansado, esa mierda de enamorarse era cosita seria. Y además yo siempre tratando de razonar lo que nunca se debía razonar. Que porque me gustaba, que si le decía de pronto... Que si luego me daba cuenta que era un capricho, que por ser ella marciana y yo terrícola no nos entendíamos, que era más alta, que todos andaban detrás de ella, que porque no habría de escoger a alguien con mejores atributos.
No podía vivir toda la vida de sueño en sueño, haciendo el papel de un estupido elefante que intenta volar de flor en flor, y lo único que consigue, es caer aplastando las indefensas plantas. Era la hora de dejar atrás todos esos absurdos anhelos que me quedaban, como lo había hecho con la pintura, que por diabólica tuve que quemarla, por no hablar de los deportes extremos que me jodieron toda la espalda. El frances lo deje en el noveno grado, y con ello perdí nueve años intensivos del idioma y lo que más me duele; a unos de mis mejores amigos.
También el laboratorio con el que hacía toda clase de estupideces: bombas incendiarias; veneno color púrpura para eliminar a las avispas, que colgaban su horrendo panal enfrente de mi ventana, lo deje por un accidente que quedó consignado así:
2 de enero de 1986
Hoy yo, dejo las ciencias por causar mal. Descripción: Avispa con destello fluorescente irradia a Anastasia, mi tortuga, quedando no Anastasia, sino Anestesia. Anestesia...da de por vida. R.I.P
Y aun sabiendo que mi cabeza no pensaba en números sino en letras, me arriesgué once años después con
A decir verdad en las relaciones sociales no he tenido muy buenos antecedentes. Si mi memoria se echa para atrás unos cuantos años me encuentro con la que más me gustaba de chico. A esa nunca le pude decir nada, pienso ahora que fue por temor a su rechazo. A Carolina que también me gustaba tampoco pero a esa si fue por temor a que me dijera que sí y a Juanita si que fue una lastima. A Laura la até en lo más profundo de mi pozo sin fondo para que nunca saliera a flote, a Vanesa la deje irse con otro y a Clara mi amiguita que de pequeño tanto me gustaba, nunca le demostré nada a tiempo y fue hasta un par de años después que me enteré por ella misma, que yo también le gustaba. Ese día lo recuerdo porque fue la primera vez en que se me vino a la cabeza la idea de volarme los sesos, ¡y con toda la razón!, ¿No? A la otra paisita Catalina la que hacia calendarios y siempre me despertó cositas raras, nunca me atreví a decirle todo lo que me inspiraba. Bueno hubiera sido bastante bochornoso pero que, si yo nada perdía, sólo que me volteara el culo y rico que lo tenía. A Lituania la cubanita que no me despertaba nada puro y con la cual si vivi la abandone con ganas, como sería que siempre que pasaba cerca de su casa, me miraba con cierto recelo, como diciendo: allá va el come mierda ese, y yo de puro cabrón me le iba encima y la saludaba con la que sonrisa de presentadora de televisión. A mi adorada Pati que siempre fue mi hermanita la perdí por imbecilidades de la vida pero esa también es otra historia. Mi familia costera por parte de padre descendiente de árabes me abandonó. Y a mi padre nunca le he importado mucho, el vive allá con sus costumbres. A mi perro Arcadio lo perdí porque el cáncer se casó con el y se lo llevó al extranjero, y a Josefina; su madre, la perdí en un frío día de diciembre. A mis ideales ecologistas por los que tanto luchaba, los deje. A las pocas relaciones que aún quedaban con la familia de mi madre, mi abuela y mi abuelo, las destruí por querer huir de sus vidas. A mis sueños y lindos sueños los deje.
El arte, bueno, aún no lo había comenzado, y además era la ultima oportunidad que me daba, así que aun espero no sea en vano, de lo contrario...
No me dejes caer a la tierra después, pues la sangre roja ya no es, ni podrá serlo otra vez.
Más difuso quel Putas
Cap. XII
4 de Noviembre. Ya las sombras iban pasando, la claridad tomaba forma. Era una silueta de mujer pero su rostro, su rostro no se veía, estaba difuso, tan difuso como cuando en aquellos años de la infancia subíamos a aquel edificio en construcción con Jobst Viertel y el Celacho ese; de los binoculares. Subíamos a espiar a una pareja de lesbianas. A una pareja que según ellos eran amantes de los placeres carnales y amantes de un salchichón flácido, azotado por la falta de consumo.
A Jobst Viertel lo llamaban así por sus genes europeos. Bastante corrido si era en aquella época, siempre con sed de sangre, sed de dolor y por supuesto sed de sexo. Tal sería su gusto por la sangre y el dolor, que él mismo se dejaba cortar de su niña mimada. De su niña mimada y amante filosa de seis dedos de larga, un brillo de días de pulido y un mango de madera con un muñeco tallado. Y del gusto por el sexo ni que hablar…
Ese día la parejita ya reunida, Jobst Viertel y el Celacho miren que miren y yo con que ganas. ¡Qué se quito las tanguitas, qué uy están entrando un perro, qué deje ver!- Digo yo.
Y cuando me pasaron los binoculares, no eran mas que una secuencia de sombras. Una de una mujer con las tetas al aire y un cuchillo. Una de una mujer robusta sosteniendo las patas de un perro. Una del cuchillo cortando algo alargado. Y una, del perro desesperado dando saltos.
-¡Uy, a que grado de degeneración hemos llegado los seres humanos! ¡Ya no sabemos ni que perversiones inventar! Por lo menos que se lo hagan con anestesia. ¡Eso del corte si que debe ser doloroso! ¡Pobre animalito!
De repente la sombra de la mujer robusta se paró y abrió la cortina, ¡y vaya sí estaba difusa!
No era mas que una de ellas cortando pedazos de salchichón y el perro saltando desesperado pidiendo un trozo. Luego las cortinas se cerraron inesperadamente, el perro se marchó, las caras se juntaron y sí, así mismo esa claridad difusa no me decía nada. No sabía si era Sofía, o esa otra vieja que también me gustaba, o aquella que estaba aun más lejos y con intensiones de matrimonio.
Fidelidad
Cap. XIII
Que confusión sentía, pero no falta la cagada. ¡Ahí están pintadas! Primero ni lo miran a uno, y ya cuando uno se las ha sacado de la cabeza vuelven para hacerse un sueño, un lindo sueño de las tres de la mañana que lo despierta a uno todo sudado y con cara de haber visto el mismo infierno.
Ya que había tapado tu nombre bajo dos metros de arena negra y me había orinado arriba para endurecerla aún más, no me podías venir con eso.
Ese día era el día de enloquecerse un rato, el día para salir a desordenarse y despejar la mente. Era el día con ansias desbordadas de farra, parranda, rumba, o como le quieran llamar así que fui para casa de Xavier, para de allí ir a 23 y G que era como la oficina del grupo. Ese sitio era también conocido como
No sé como ese lugar tenía tanto éxito, si la música era un asco. Abarcaba desde Juan Gabriel, José José, hasta esa actriz de telenovela mexicana que también se las daba de cantante. Además los cócteles no eran nada buenos pues después de la segunda ronda, ya lo que servían era pura limonada. Por eso es que nadie se emborrachaba sino hasta la novena o décima ronda. ¡De razón lo baratos que eran!
Yo en casa de Xavier seguía esperando y mientras lo esperaba a que se arreglara, me bajé un roncito disfrutando de ese ardor que bajaba por la garganta y quemaba las angustias y en esas, en esas llegó Sofía, Sofía la culpable de mis angustias.
-¡Por Dios! ¿No puede ser, hasta aquí también me la encuentro?- Pense.
Pues claro, como no me la iba encontrar si esa era también su casa. Xavier, Sofía y Marcos vivían hacía mucho tiempo juntos pues eran compatriotas, además amigos y compañeros de la universidad.
Ella me saludó ahí normal y luego sólo intercambio de risitas y de palabras en su idioma que ni idea que significaban. Se estaban riendo de un e.mail que yo le había llevado a Marcos. Es que en la escuela yo era el de los correos pues casi nadie tenía acceso al servicio clandestino de correos@piratas.com.cu Parecía yo en un juego de tenis, mirando pa’qui y pa’lla como se pasaban la pelota, como sería que hasta con dolor de cuello quede.
Cuando ya nos íbamos, eso que me acerco pa’ despedirme de besito en la mejilla y unas palabras que salen así de la nada, que más se demoran en salir que en entrar en mis orejas e ir directo al cerebro a ser decodificadas. Palabras que me cayeron como un baldado de agua fría. Yo entendí por supuesto, pero no se me hacían nada coherentes. ¿Qué era eso que mis neuronas habían decodificado? ¡No podía ser! ¿Una burla acaso? ¡Qué joda!
No entendía porque las mujeres no podían ser claras, tanta falacia, en vez de decir las cosas así como eran y dejarse de jueguitos, de tantos rodeos que no conducían sino a la confusión.
A la confusión de si sí o si no.
Ya con Laura me había pasado, pero que extraño. ¿Sería que se habían confabulado en mi contra?
Días antes yo feliz hablaba con Carola en una fiesta, una nenita colombiana toda bacana que había conocido en un taxi, y de repente
Era como un niño que cuando la madre le iba a dar la sopa, era que no y que no, y que no. Y cuando la madre resignada decidía no darle más de la sopa verde con trozos de no sé que porquerías flotando, el muy sinvergüenza le pedía que le diera.
En fin, mi mente seguía sin entender su significado, así que de una me le acerque y le dije que me repitiera. Sofía por supuesto nunca se lo esperó, pero al ver mi rostro desafiante soltó la frase de una, haciendo que mi cara se deformara en una super irónica sonrisa que debió quedar en su memoria por lo menos un par de días.
Que no le fuera a ser infiel, ¡qué tal! ¿A que coño se refería con eso de la fidelidad?
Yo por supuesto esa noche aunque lo intenté varias veces, no pude traicionarla. Y eso que nos fuimos con Xavier a
El Puente esta Quebrado
Cap. XIV
Transcurrieron un par de meses y nada nuevo se presentaba. Ya 28 de Noviembre y las crisis no se hacían esperar. De Sofía nada sabía, es mas, había tratado de dejarla un poco al margen pues había perdido en realidad el interés. Además mi cabeza estaba es ese momento ocupada en otras cosas más serias y no tenía tiempo de soñar. Era el día para dejar de volar y colocar los pies sobre la tierra. 16 días antes había logrado llegar a un nuevo año de existencia, me alegraba y a la vez me preocupaba. Me preocupaba de mi futuro incierto y de mi lucha contra mi propio tiempo. La depresión como siempre, me atacaba en los puntos más débiles de mi alma. La rabia y el odio sin procedencia me acompañaban. Estaba igual a días antes de la huida del país de mi padre y me asustaba, en realidad que me asustaba, y no por el hecho de volver a padecer del ataque, sino porque no había síntomas aparentes o si los había no los lograba descubrir.
Todos me producían asco, todos esos que ni siquiera sabían en que fecha vivían, que les daba igual si era Lunes o si era Viernes, que les sabía igual el agua que el alcohol, que la justicia y la injusticia les daba lo mismo, que pensaban que lo negro y lo blanco eran sólo eso: negro y blanco. Y lo peor era que muchos de esos eran mis amigos. No podía creer que gente de esas características culturales, que tenían un nivel intelectual mucho más elevado que un policía común, siguieran caminando sin saber que lo que se tenía adentro del coco no era sólo para agitar sino para pensar. ¡Mierda, para pensar!
Y después de haber presenciado una escena repugnante de injusticia y de haber visto la indiferencia total de la multitud, me detuve un buen rato en el puente, en el puente que divide la vida de la muerte y no fui capaz de cruzarlo. Y me reí, me reí a carcajadas pues eso me demostraba que aún tenía motivos para seguir el combate. El combate interminable de esta guerra en el maldito infierno.
Génesis en Bicicleta
Cap. XV
Después de toda esta incoherente historia, pienso retomar el hilo narrativo. Pensándolo bien sólo voy a aclarar ciertos puntos que faltan.
La chica de la que tanto les he hablado se llamaba Sofía, era marciana y mi compañera.
Se preguntaran el porque hablar tanto de ella sin ni siquiera conocerla, pero el asunto era sólo de astros. Sí de los astros que están allá en el cielo, a esos me refiero, pues ellos escogieron realmente que así fuera. Ellos después de mi renacer me revelaron muchas cosas sobre este viaje. Y Sofía fue una de esas cosas, así que a mí no me culpen, yo nada tuve que ver.
Y porque pensar que era ella y no otra Sofía, pues bien, buena pregunta, pero verán que todas las flechas apuntaban hacia ella.
Allí donde la describían, en realidad era así, de cabello un poco claro, un toque más alta que yo, delgada, de jeanes sesentones y trencitas psicoactivas. Y el nombre, claro, fue dicho por los astros, ¡vaya coincidencia!
En lo único que había una falla, era en que ella de pequeña no había sido rubia.
Eso me consta, pues yo le pregunté, así de abuso, pero ella que iba a saber. Además vi una foto de esas de museo que tenía en su cuarto, en donde salía con su hermana, y en serio que no. Puede que allí este la clave y me hubiera equivocado, ¿pero y si no?
-Para mí esta dentro de lo que tu estas. La vas a conocer dentro de muy poco. Cuando tu llegues la vas a conocer.- Eso me dijeron más adelante.
-¿Es nueva? – Pregunto yo – ¿Mmm, así que va a estar estudiando allá?- Aclaro.
-¡Sí!
Ahora no me cabía la menor duda de que se trataba de la misma persona, pero el error, el error verdaderamente estaba en que ella ni me veía y a mí, pues... aún no me convencía del todo.
Dejar pues que el destino actuara, yo ya no le iba a ayudar. Pensaba regalarle este cuento de Navidad, pero nunca lo hice. Que incertidumbre..
El mágico Festival del Nuevo Cine Latinoamericano había comenzado por aquellos días de diciembre,
La alegría en general de las misteriosas noches Habaneras florecía notablemente. Todo cine, alcohol y algo por ahí de vez en cuando, ¿algo de que? pues de encuentros repentinos con ella.
Yo sólo salía en mi bici dispuesto a ver películas. Que el Boxeador. Irlanda-Estados Unidos-Gran Bretaña/ Dir. Jim Sheridan/ FIC./113 min. En el Trianon a las 4:30 P.M.
Pedaleaba y pedaleaba, uno, dos semáforos en rojo, verde y hágale pues. Todo parecía distinto, gente, gente llena de alegría que caminaba como nunca hacía los teatros. -¡Ring, ring, aprenda a manejar come mierda!- Me dijo un hombre que pasaba en su bicicleta China a toda, con una cadena de oro colgándole en la mano. Pero yo que culpa, si es que quien podía concentrarse con tanta cantidad de hembras buenas en la calle. Parecía como si todas se hubieran escapado de un desfile internacional de modas.
Seguí pedaleando, las 4:10 P.M., y el hombre que me dijo come mierda, que pesar, ojos de vergüenza eran lo único que le quedaban. Estaba de rodillas con la cara retorcida contra en pavimento, mientras un policía le doblaba el brazo hasta el cuello, y una señora histérica le gritaba ladrón en el momento que le acariciaba la cara a patadas, y el otro poli conteniéndola para que se tranquilizara. Era bochornosa la escena pero la sonrisa maliciosa que me debió salir no creo que fuese de mucha compasión.
Entré al parqueo, y me dieron la plaquita con el número 99, lo cual no me parecía nada agradable pues quería decir que habían llegado antes de mí 98 personas a guardar sus bicicletas la mayoría Chinas macho, o sea que de esas 98 bicicletas, 80 por lo menos iban con dos pasajeros, lo cual significaban 178 personas esperando por entrar a la película, claro, sin contar los que habían llegado por otros medios.
Caminé esquivando algunos obstáculos humanos, una lata y lo que hasta entonces era una hipótesis, resulto ser toda una realidad.
Habían alrededor de doscientas personas o incluso un poco más, todos esperando para entrar al mismo film. Ni modo pues con credencial de ponerme a hacer tan larga cola. Una cerveza y una hamburguesa en el “Porky” mientras todos se espichaban allá. Entré por fin y ni un solo puesto, me tocó en el suelo eso si en primera fila. Que buena película, tan buena que me sensibilizó, casi hasta el punto de sacarme las lágrimas. Salí al finalizar y enfrente de mí todo el grupito de la escuela y un par de polis pitando; alejando a la gente de la entrada.
Yo no quería ver a nadie así que aproveche la muchedumbre para perderme y no tener que saludarlos. No es que me cayeran mal, por supuesto que no, eran mis amigos, pero como les digo no estaba con ánimos de verlos.
Saqué la bici, abrí la cartelera, Cine Español en el Acapulco. 2:00 P.M.-7:00 P.M. (Mayores de 16 años) Barrio. Dir. Fernando León de Aranoa/ FIC./99 min. Aún alcanzaba a llegar. Pedaleé y pedaleé y el balazo me dejó triste. Triste pues la historia trataba de unos chiquillos que añoraban de pequeños lloviera monedas del cielo y de las llaves brotara Coca-Cola. Y al crecer unos años más se dieron cuenta de que sus sueños e ingenuos sueños, no existían en tan despiadada sociedad. Que las monedas se las habían cambiado por balas y
Que depresión pues esa sociedad no estaba sólo allí en la pantalla sino por desgracia era el reflejo de la nuestra.
La tristeza me llegó a la cabeza, yo el protagonista y Sofía mi amor platónico. Ella inalcanzable pues salía con un galán mayor que tenía hasta su propio auto, y yo el miserable jovencito romántico sin nada. Sin nada, absolutamente nada más que mi amor para ofrecerle y mi bicicleta. Pero para impresionarla un poco y mostrarle que yo también podía ser como su añorado galán, traté de tomar prestado un auto, pero vaya suerte la mía, lo único que conseguí fue una bala en la espalda. Y su amor pues nada. Y luego los créditos y un tomate a gran velocidad que se estrelló en pantalla y algunos abucheos. Espero yo esos abucheos hayan sido critica a tan triste final y en realidad los espectadores preferían que yo quedara en sus brazos.
Draculita “el novato II”
Cap. XVI
Inesperadamente tiempo después, vi imágenes de Sofía en la escuela diciéndome que si podía pasar por mi casa. Yo, pues que le iba a decir, que sí claro.
En ese momento mi cabeza estaba ocupada en otras cosas, así que nunca me detuve a preguntarme el porque de su visita. Me supuse que era para pedirme algún favor, pues a eso es que vienen siempre con sonrisita de niñas buenas.
A veces pues los favores pasan a ser más divertidos y participativos que otros. Y es que uno como se les va a negar ante tales atributos, pues como, ni modo. ¿Qué conchas, no? ¡Tan abusivas que son!
La otra vez llegó una a pasar un trabajo importantísimo. Llego como a las tres de la tarde, paso dos o tres hojitas en la computadora y a las 7:30 pm ya estaba llamando a la casa a decir que no la esperaran a dormir. Eso claro lo hablaba en voz baja para que yo supuestamente no lo fuera a oír, pero desafortunadamente mi sordera no siempre funcionaba.
Ella escribía y escribía y yo todo aburrido sin ni siquiera poder conversarle, sólo me quedaba poner musiquita como pa’ no dormirme. A las 10 P.M. comenzó a llover. Inclemente aguacero y ella apenada conmigo porque yo el joven dueño de casa debía estar cansado. Me propuso que entonces le dictara para que terminara más rápido, y yo pues... me tocó.
Yo dictándole y ella que si podía cambiar la musiquita. Saqué los compactos y...
–¡Ay déjame ver que tienes!... ¡Los Beatles que rico ponlo, ponlo!
John Lenon que inicia y ella que me comienza a cantar y a botar miraditas de reojo y yo siga dictándole. Dictándole, mientras esa boquita cada vez más se me acercaba, hasta el punto en que las hojas se me cayeron de las manos y la computadora se apagó. No sé si presento luego su trabajo, pues por lo menos en mi casa no lo terminó.
Ese por lo menos fue uno con diversión y participación, pero en general los favores son lo bastante aburridos. Por eso me supuse que Sofía venía a uno de esos, mandar algún correo desde mi casa o algo por el estilo.
Y así fue, pero en el momento en el que ella estaba escribiendo me acordé que tenía una invitación para dos personas para el Festival de Jazz el día siguiente y el oportunismo instantáneo actuó de una.
Me dijo que listo, pero eran las 6: 28 P.M., faltaba alrededor de una hora y media para el inició y nada que aparecía. Creía que se había embriagado con sus amigos y lo más seguro es que no apareciera.
-¡Ah, me voy solo! Mas vale cholo que mal acompañado...- Dije rabioso.
Pasaron treinta minutos y antes de salir la llame de nuevo y por fin apareció. ¡Qué alegría! Me dijo que se iba a bañar y que luego me caía en la casa.
Bueno estaba un poco equivocado, tenía que aceptarlo, no me había quedado mal, pero, como siempre había un pero y ese pero fue su demora.
¡Qué cosa tan horrible, siempre esperándolas! Y ay de que uno les haga lo mismo pa’ que vea... ¡Lo van es mandando a comer de la buena!
Esa noche si que se demoró, se demoro tanto que pude escribir todo un capitulo de esta narración, comer, y escuchar dos y tres veces el Pulse de los Floyd.
El timbre que suena y vamos a llegar tarde era lo único que por mi mente pasaba mientras caminaba hacia la puerta. Abro la puerta, la veo, y que me importaba si llegaba tarde o si mejor nunca llegaba.
Me quede atónito, no le dije nada para disimular, pero estaba, estaba lindisima, como nunca antes la había visto y con sombrerito de princesa.
Abrí la puerta y la vi. Mis ojos resplandecieron tanto que Titi, el gato del vecino se asusto de tal forma que corrió bajo la cerca, olvidado allí un pedazo de su peluda espalda. Pobre del Titi pues ahora ya las gatitas no lo miran dizque por calvo, pero a mí en realidad no me lo parece, antes le luce, aunque en ese momento no se lo dije, pues Sofía estaba allí. Allí, con su rostro deslumbrante y un aroma suave, delicado y muy fino.
Ni idea que perfume era, pero no hay nada más rico que entrar a un buen restaurante y que aparte de que el plato se vea bien, huela muy bien. Imprescindible para una romántica noche de Jazz, de gripe y de sueño, muchísimo sueño.
Esas imágenes de cuando abrí la puerta se me presentaron una y otra vez, como si fueran secuelas de un Lucy in the Sky with Diamond. El impacto fue tal, que sigo recordándola. Abro la puerta y sigue ella allí, pensaría que no me di cuenta de lo linda que estaba, pero se equivocaba, sí me di cuenta y te digo ahora que valió la pena tanta espera. Como sería que esa misma noche Felipe, el primo de una compañera de la escuela me lo dijo, y vaya en que forma me lo dijo.
Se quedó boquiabierto cuando la vio y las únicas palabras que de su boca salieron fueron “¡Uy, cómo me hace eso hermano! ¡Cómo me la trae así de linda!” Y yo, “Pues no sé, venia en el taxi conmigo.” ¡Que modestia, hasta natural me salió!
No sé en realidad para quien se arreglo tanto, nunca la había visto tan arreglada, o bueno, si mal no recuerdo una vez casi. En una fiesta en casa de Pablo, un mexicano buena onda. Allí ese día llego super linda, pero nunca comparable con esta ocasión. Era por eso mismo mi impresión, pues no comprendía si su delicado arreglo fue para salir conmigo o para ir al Teatro Nacional.
Lo más seguro es que se haya arreglado para el Teatro Nacional, pero siempre las dudas quedan. En realidad no hay nadie que tenga la autoestima tan por el suelo, que no tenga por lo menos una mínima de esperanza, y yo no soy la excepción. ¡Claro que no!
Hasta el ciego de nacimiento tiene por lo menos la esperanza de antes de morir ver un par de jugosas tetas con sus ojos y no en el horrendo sistema brailer.
Esa esperanza siempre acompaña al ser humano, no sé si sea un error o no, pero que se le va hacer, ¡Congénita me imagino que sea!
La velada poco romántica y más bien aburridora creo yo para Sofía, terminó llevándola al sueño. Al profundo sueño de sentirse en su camita en compañía de su almohada y de su peluchito con el nombre del último de sus novios.
Me dio pena con ella pues quería que esa noche por lo menos fuera divertida, pero no lo fue.
Al inicio del Festival, una orquesta tocando sin sentimiento composiciones del concurso, más adelante una buena banda española de Jazz-flamenco pero no muy animada para las 12:09 de la madrugada, después una muy buena banda norteamericana con un super pianista panameño y al final un sexteto igualmente norteamericano buenísimo que salvó la noche, pero que para ella no era nada nuevo pues ya lo había visto el día anterior.
En realidad para ser honesto yo también me hubiese quedado dormido, por más que ella me haya dicho que no estaba cansada, era más que obvio su aburrimiento. A parte la gripe que no la dejó tranquila ni un sólo momento. Si no se marchó fue por pena y porque se sentía algo comprometida. Pensaría que me dañaría la noche o algo por el estilo, pero en realidad mis noches tenían peste. Peste pues estaban un toque cagadas sin ella.
La acompañé hasta la casa y las palabras estúpidas de diplomacia que siempre se dice la gente: “Pase muy rico, gracias por tu invitación.” Y el otro “No, gracias a ti. El placer fue mío”.
Ya volteaba la espalda para marcharme a mi casa cuando de repente escuché palabras de esperanza. Quería que fuéramos juntos al concierto del día siguiente, y que la llamara, y yo... cumplí. ¿Pero porque querría eso después de haber pasado una pésima noche conmigo? Seguro por disimular y por no hacerme sentir mal, ¿o sería acaso que le gustaba pasar malas noches en compañía?
Esperaba que no, pues son detestables las noches aburridas en compañía y aparte, ¡qué desperdicio!
Ya la noche buena se acercaba y las crisis no eran nada fáciles, aún no tenía idea de lo que iba a hacer ese día, pero lo más seguro es que fuera a comer a algún restaurante o algo por el estilo.
Eso si, en mi casa no me quería quedar por temor a sufrir un ataque y quería ser participe de la noche navideña Habanera.
Sólo tenía un par de deseos para esa Navidad, y eran poder decirle todo lo que sentía por ella sin importar las consecuencias y poder estar en paz. En paz y alegría con todos los santos Jesús y María. Amen. Ya empezaba a escribir barbaridades...
En Avión hacia tu nube
Cap. XVII
Pasaron un par de días y el 4 de Enero del último supersticioso año del siglo, comencé a hacerme sentir. En realidad el haber estado tanto tiempo callado sin duda me había llevado a la locura, por eso decidí hablar con ella sin importar absolutamente nada. No me importaba estrellarme antes de que la torre de control me diera el debido permiso para el aterrizaje de emergencia, así que lo primero que hice fue escribirle un pequeño cuentito llamado “Humanos y Asquerosos Celos” ya que este estaba aún en proceso de construcción.
Fueron dos días de luna a luna pues los vampiros como yo, sólo trabajamos en la noche. No lo tenía planeado, en realidad fue algo espontáneo que me salió deliberadamente. Era una de esas cosas que cuando uno las mira no cree que hayan sido hechas por uno. Era una de esas cosas que sólo se hacen cuando se está enamorado. Ya ni me acuerdo muy bien de como fue que lo empecé a escribir, pero de lo que sí me acuerdo es que en esos días había estado muy ansioso por decirle todo lo que quería a Sofía y lo peor es que la había estado esperando ya que tenía un correo de su hermana esperando también por que ella lo leyera. El caso fue que nunca llegó cuando la esperaba y preciso el día en que estaba empastando el cuento para regalarle, sonó el timbre, salí a ver y no podía ser pero sí era. Era Sofía en la puerta y yo con todo las evidencias regadas en casa, afortunadamente en ese momento su e.mail estaba en proceso de impresión, vaya coincidencia pero ya nada me parecía coincidencia. Todo me parecía por el contrario como si ya estuviera escrito y yo sólo fuera una ficha más que debía seguir el juego.
Sofía si que era impredecible, como el amor, y yo que ya no la esperaba, pero al verla me sentí tan feliz que escondí todo y salí en su búsqueda. Me tocó contenerme para que no me descubriera, quería que fuera sorpresa. Leyó el mensaje de su hermana y se fue dejándome errado el numero telefónico de su nueva casa y claro eso sí la dirección. Termine con los últimos arreglos, lo envolví como regalo y salí. Yo estaba muy seguro porque sabía en el fondo que la historia entre Sofía y yo estaba escrita y todo iba a salirme bien. En el cielo se veía la tormenta por caer, una ventisca y un frío horrible, pero nada me importaba pues iba a concluir mi cuento. Al llegar se lo entregué, claro, diciéndole que nada de abrirlo hasta que yo me fuera. Dos días después busqué cualquier pretexto para llamarla y hasta pena me dio pues era casi la media noche pero necesitaba hablar con ella y escuchar su linda y tímida vocecita. Yo no quería preguntarle nada, pero ella fue lo primero que dijo. Algo temblorosa pero fueron sus propias palabras las que me dejaron tan feliz que me hicieron gritar y saltar. Esa noche claro no pude dormir de sólo pensar en esas letras, en esas letras que me expresaron “hace tiempo me hacía falta leer algo así, y gracias”. No, gracias a ti por haber nacido, ¡no cual a ti! Gracias a ellos; tus padres, por haberte bajado de aquel cielito y es que si no te hubieran bajado, yo no sé que hubiera hecho. Lo más seguro es que te hubiera seguido siempre desde mi telescopio. Cada movimiento, cada destello y creo luego que hasta hubiera dispuesto de un viaje sólo para ponerte mi bandera, esa bandera que te reconocería como mía y nada más que mía. Y nada de
Yo que estaba tan ilusionado, pero el tiempo que en otras circunstancias era tan necesario en esta fue el tiempo mi propio verdugo. Mis ilusiones quedaron en la nada, tan confiado que estaba de conocerla pero todo fue en vano, la había perdido, y todo por la espera. Espere tanto tiempo que gaste todas mis energías y también las de ella. Aquella noticia de que se marchaba fue mi peor castigo. Raza de mierda esta que nos dejaron los europeos y africanos llena de complejos y temores, raza esta capaz de producir tan sólo a un Borges, a un Marques y sí a millones de anónimos como yo, sin ninguna perspectiva, sin ningún futuro.
Ya nunca lo sabré mi princesa, ya nunca lo sabré. Pero ahora que medito en las posibles causas de nuestro frustrado amor me encontré con este fragmento de Nietzsche, que dice:
“En las relaciones con las personas que tienen pudor de sus sentimientos hay que saber disimular, pues experimentan un odio repentino hacia quien sorprende en ellos un sentimiento tierno, entusiasta o elevado, cual si se hubieran visto sus más secretos pensamientos. El que quiera hacerles un bien en tales momentos debe de hacerles reír o deslizar bromeando alguna fría malicia; así su sentimiento se hiela y vuelven a ser dueños de sí mismos...”
Y tu Sofía no disimulaste.
V. Mad©
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